Isla Fraser
Un boom maderero sin parangón A su regreso de una expedición a la isla, en 1842, Andrew Petrie desencadenó con sus relatos una auténtica avalancha. Informó de un paisaje de una riqueza casi legendaria, con árboles como la Araucaria cunninghamii y la Agathis robusta, así como el Eucalyptus microcorys y Eucalyptus pilularis. Hacia finales de siglo floreció el negocio maderero, lo que provocó que, en 1918, fuera construido en la isla un aserradero. En muy poco tiempo, una tupida red de veredas atravesó los bosques, pues los troncos debían ser transportados con maquinaria pesada hasta los puntos de amarre de los barcos, situados en la costa oeste de la isla. Más tarde se construyó un ferrocarril para cubrir el trayecto. Ello permitió por fin la explotación del Syncarpia hillii, un esbelto árbol gigante que puede llegar a alcanzar los 70 metros, y que sólo crece en la isla Fraser y, en tierra firme, en la vecina Cooloola, hoy declarada parque nacional. El Syncarpia hillii presenta una resistencia incomparable frente a las perniciosas fólades, y alcanzó al poco tiempo unos precios desorbitados. En los años veinte se empleó gran cantidad de madera de este árbol en la construcción del canal de Suez, lo que le dio fama mundial y provocó un aumento de la demanda.
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