Abadía cisterciense de Fontenay

16/09/2016 2.375 Palabras

Un régimen de gran austeridad Una vez al mes los sacerdotes se cortaban el pelo en el calefactorio, único lugar caldeado del monasterio. Era normal llevar la cabeza rapada y la barba bien afeitada. La vida era rigurosa y de costumbres sobrias. Pasaban el día trabajando o rezando, tal como observaba el precepto de san Benito. Los cánticos de los 300 monjes de la abadía inundaban a diario la iglesia, una grata manera de amenizar las plegarias y acercarse a Dios. Solamente hacían una comida al día, excepto entre el domingo de Resurrección y septiembre, cuando el trabajo en los campos es especialmente duro.

This website uses its own and third-party cookies in order to obtain statistical information based on the navigation data of our visitors. If you continue browsing, the acceptance of its use will be assumed, and in case of not accepting its installation you should visit the information section, where we explain how to remove or deny them.
OK | More info